Por: Hermes Francisco Daza
El pasado 27 de septiembre de 2024 se conmemoraron veintiún años de la muerte de Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza Daza, Rey Vallenato (1969) y Rey de Reyes (1987) en el Festival de la Leyenda Vallenata. La vida me dio la oportunidad de conocerlo y tratarlo para descubrir en él un ser humano de condiciones extraordinarias. Fue un acordeonista, o acordeonero, como se dice en la región, que dejó una huella profunda en la música vallenata.
Es una obligación espiritual y musical recordarlo. Es cosa sabida que los antiguos romanos, antes de conocer el papiro y el pergamino, se valían para escribir de unas tablillas enceradas y de un punzón llamado estilo.
Este nombre con el correr del tiempo ha venido a significar la forma que cada uno emplea para expresar sus pensamientos, ya sea por medio de la palabra o por la escritura. Sin embargo, el uso de dicho término, en la actualidad, se ha extendido al modo personal que caracteriza las realizaciones de un artista de cualquier clase, tal como es un acordeonista.
Era un hombre de pocas palabras, pero su versatilidad para tocar el acordeón le fue suficiente para expresar sus sentimientos. Amigos de sus amigos, buen padre y buen esposo, Nicolás Elias ‘Colacho’ Mendoza Daza, se convirtió en el más grande acordeonero de los últimos 50 años. La muerte le arrebató la vida dejando un gran vacío en el folclor vallenato.
‘Colacho’ como popular y cariñosamente era conocido, nació en 1935, en el corregimiento de Caracoli Sabanas de Manuela, enclavado en las montañas del sur de La Guajira, en comprensión de San Juan del Cesar. Era un hombre silvestre, de carácter fuerte y de igual temperamento. Haber nacido en medio de una escuela de acordeoneros, teniendo en cuenta que su padre era intérprete del instrumento, como los fueron sus hermanos, muchos de sus amigos y habitantes de esa zona de La Guajira, le sirvió a ‘Colacho’ para aprender a tocar y moldear su propio estilo, tanto que fue considerado como uno de los exponentes más autóctonos de este folclor.
Corría el año 1953, cuando siendo ‘Colacho’ un muchacho llegó a Valledupar, tocaba en la plaza del mercado con tanta destreza que llamó la atención de quienes llegaban al lugar en busca de sus víveres. Enseguida fue acogido por los más representativos señores de las altas esferas sociales, empezando a interpretar su música en cuanta fiesta o parranda había entre las familias adineradas de la época.
A pesar de ser un hombre provinciano, Nicolás Elias Mendoza Daza se convirtió en un músico para la aristocracia, tanto que en 1969, dudó en presentarse al Festival de la Leyenda Vallenata pues había una animadversión de las clases populares hacia él, pero su esposa Fany Zuleta fue una de las personas que más lo impulsó para convencerlo en su participación y a la postre fue rey, el segundo en la historia de este certamen.
Escribir de ‘Colacho’ es someterse a la expresión de una variedad de cualidades, de las cuales se requeriría mucho papel para plasmarlas todas. Como persona, músico, esposo y padre fue ejemplar. Así lo reconocen quienes lo conocieron y estuvieron cerca de él. Fany Zuleta (q.e.p.d.), su compañera sentimental por más de 44 años, manifestó que como ‘Colacho’ no nace otro.
“Era amigo fiel, serio, responsable y fue un músico integral, porque no sólo tocaba el acordeón, sino que era arreglista, compositor y hasta llegó a cantar, grabando sus primeras producciones con su acordeón y su propia voz”. De la unión con Fany Zuleta nació su hijo Wilber Nicolas Mendoza Zuleta, hoy Rey Vallenato del 44 Festival Vallenato año 2011, quien heredó la vena musical de su padre, sus tíos y abuelo. También toca el acordeón, aunque a decir de su padre, hubiera preferido que fuera un doctor.
“Si aprende a tocar acordeón no estudia”, le dijo ‘Colacho’ una mañana a su esposa al ver la inquietud de su pequeño, hoy ya un hombre, por aprender a interpretar el instrumento, y así fue. Wilber Nicolas Mendoza Zuleta cursó hasta bachillerato, pero empezó a consagrarse en la música de la que recibió grandes enseñanzas de su padre. ‘Colacho’ ya no está entre los vivos, no podrá estar más en el Festival Vallenato, pero su recuerdo, su legado y su obra lo harán inmortal en la historia de un pueblo que vive y canta al compás de las notas de su acordeón.