Una comunidad de puertas abiertas
En Pir Pir reciben con amor y agasajan a cada uno de los
visitantes que llegan. La comida, el baile y la artesanía acompañan las
atenciones que reciben quienes tienen la oportunidad de visitar este
territorio. Bienvenidos a Pir Pir, la comunidad de los Pacheco.
Maria Eugenia Pacheco, autoridad de la comunidad, de pie,
frente a las hectáreas de tierra que conforman Pir Pir, cuenta de un hecho que
hace únicos y caracteriza a quienes habitan ese territorio: “Aquí encuentran
atención y bienvenida. Somos una comunidad feliz de que nos visiten para que
vean lo que hemos hecho, lo que queremos progresar, que compren nuestras
artesanías. Lo que nos hace diferentes es eso, la atención. Soy una persona muy
atenta con la gente que entra a mi comunidad, los atiendo en lo que yo pueda y,
si continúan llegando, se convierten en familia”.
En Pir Pir, una comunidad de arboles verdes, tierra liviana y
olor a hogar, con el objetivo de hacer el paisaje más bello para quienes los
visitan, decoran los espacios con florecitas, sí, con flores naranjas y moradas
en materas y en el jardín de la casa principal. Tienen, además, un significado
y uso que va más allá: “Esa florecita representa que nosotros amamos la
naturaleza. Las replicamos en las artesanías, tejiéndolas, haciéndolas. Las
traemos del pueblo a la comunidad para que se vea bonita, y no sean solamente
los árboles sino las flores las que decoren este espacio”, afirma María
Eugenia.
Para llegar a esta comunidad, donde todos son bienvenidos, se
cruza a mano derecha en el kilómetro 32 o 34, vía Puerto Bolívar. La autoridad
da indicaciones para quienes quieran visitarla: “Nada más nos tienen que
llamar, principalmente a mí que soy la autoridad y les dejo el portón abierto
para que puedan entrar y visitarnos. Aquí estamos a la orden, a la hora que
quieran aceptamos su visita”.
José Pacheco Epinayu, profesor y miembro de la comunidad,
cuenta un poco de la historia, de cómo Pir Pir llegó a sus manos, o ellos a las
manos de Pir Pir: “Mis abuelos llegaron a estas tierras procedentes de la Alta
Guajira y se radicaron aquí. A partir de ahí nacieron los hijos de mis
abuelitos, así como hoy nacen los nuestros y serán los futuros dueños el día de
mañana. Mi papá obtuvo la tierra como hermano mayor y aquí estamos, siguiendo
ese hilo. Optamos por quedarnos porque las tierras las heredamos como hijos del
señor Darío”.
Las 79 familias que habitan Pir Pir viven unidas y trabajan
para su comunidad. Allí hay docentes, artesanos, trabajadores por la cultura y
por los animales: “Los hijos somos los que estamos acá. Vivimos armónicamente.
Velamos por estar juntos, por vivir tranquilos y buscamos la unión y el
beneficio colectivo”, afirma José. Y por ese beneficio colectivo que menciona
el docente y heredero de esta comunidad, trabajaron en proyectos, con Cerrejón,
en infraestructura para soluciones de agua, proyectos de generación de ingresos
y de fortalecimiento cultural.
En Pir Pir sueñan con el desarrollo de la comunidad, con
tener todo lo que necesiten. Sueñan con dejar un gran legado a sus hijos y que
ellos vean todo lo que sus antepasados hicieron por sus usos y costumbres, que
sigan siendo lo que su linaje es hoy, una comunidad de puertas abiertas.