“El arroyo bruno está adquiriendo una imagen que la comunidad no pensaba que pudiera ser posible (veedora ambiental campo herrera)”

 

“El arroyo
bruno está adquiriendo una imagen que la comunidad no pensaba que pudiera ser
posible (veedora ambiental campo herrera)”

“Tras cinco años de
acompañamiento, puedo decir que el arroyo está adquiriendo una imagen que la
comunidad no pensaba que pudiera ser posible. Hemos logrado observar, con el
acompañamiento de expertos que nos facilitan la información como la Fundacion
Omacha y Cerrejón, como el arroyo se ha ido recuperando. Ellos también nos han
explicado que este es un proceso que requiere tiempo y la comunidad está de
acuerdo con ello. En estos momentos, el arroyo está en un proceso de
estabilización tanto en fauna como en flora. Alguna fauna asociada a los
bosques está llegando y algunos árboles están creciendo de manera natural”,
afirmó Carmen Jiménez, veedora ambiental del arroyo Bruno.

Desde 2016, Carmen se
convirtió, por selección de su comunidad de Campo Herrera, en la veedora
ambiental del proyecto de modificación parcial del arroyo Bruno. La comunidad
hace parte de una de las cuatro comunidades consultadas por el Ministerio del
Interior para el desarrollo del proyecto.

La veedora fue
capacitada por la empresa en la ejecución y seguimiento del Plan de Manejo
Ambiental de la compañía. Además, a lo largo del proceso, logró adquirir nuevos
conocimientos gracias a la experiencia y al intercambio de información con los
expertos encargados del proyecto. Con el acompañamiento de Carmen se han
realizado 20 campañas de monitoreo los últimos cinco años. Estos evidencian que
el arroyo se ha convertido en un corredor biológico utilizado por las especies
de la zona, lo cual está demostrado científicamente, y ha sido validado por
terceros, confirmando que el arroyo se encuentra en buen estado.

“Con el proceso de
veeduría comencé a descubrir que aparte de nuestros conocimientos hay mucho más
que aprender. Mucho más allá de lo que sabemos de forma empírica. A medida que
fue pasando el tiempo fui aprendiendo y adquiriendo mucho más conocimiento,
aprendí que en el suelo hay mucha vida de distintas especies, hay mucha más
vida en lo diminuto y también caímos en cuenta de que a medida que vaya pasando
el tiempo y tenga menos intervención humana o de animales, como ganado o
chivos, el arroyo Bruno podrá seguirse estabilizando mucho más rápido”,
manifestó Carmen.

Adicional a este
proceso, Cerrejón trabaja de la mano de Asociación AWAVICHOR, de la cual hace
parte la comunidad, así junto a otras dos asociaciones comunitarias: ALCEBA y
AGUAPACEBA, en el establecimiento de viveros locales. Gracias a estos se han
logrado restaurar más de 781 hectáreas con especies nativas del bosque seco
tropical en los últimos tres años.

“Más de 27 personas de
la comunidad, de las cuales 22 somos mujeres, somos los encargados de
recolectar las semillas, producir el abono y las plántulas de especies nativas
como el puy, el ollita de mono, el corazón fino, entre otros. Además, nos
encargamos de realizar las siembras en las áreas escogidas, lo cual nos ayuda a
generar trabajo, adicional al del vivero, a otros jóvenes de la comunidad, ya
que se necesita mano de obra no calificada durante la temporada de siembra”.

Adicionalmente, Carmen
expresa su satisfacción con el proyecto del vivero comunitario ya que ha
permitido el empoderamiento de las mujeres, quienes en su cultura, tienen una
mayor sensibilidad al momento de valorar y cuidar los bosques. Este proceso les
ha enseñado a producir árboles y sembrar, más allá de cuidar: “Involucramos a
los jóvenes y a los niños para que se empoderen desde muy chicos de este
proceso. Es muy bonito ver crecer algo de una semillita y es muy hermoso tener
esta experiencia y cuidarla. Lo que estamos haciendo hoy, va a servir para que
en el futuro mis hijos, mis nietos o mis bisnietos, puedan conocer este tipo de
árboles y ciertos animales que se habían ido de la zona por falta de hábitat”.

Con este tipo de
iniciativas, Cerrejón continúa trabajando en fortalecer la conexión de la
Sierra Nevada de Santa Marta con la Serranía del Perijá para el tránsito y
conservación de especies con alto valor biológico como el jaguar, a través de
la siembra de más de 2 millones de árboles y el establecimiento de acuerdos de
conservación. De esta forma se crea un puente entre áreas de gran importancia
ecológica y se fortalecen los esfuerzos de protección y recuperación de
ecosistemas estratégicos como el bosque seco tropical.



 

 

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