Golpistas

 

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Por: Ramiro Bejarano
Guzmán

No fue solo una
lambonería del filipichín director vitalicio de la Federación de Municipios; se
atrevieron a presentar un proyecto de acto legislativo para prorrogar los
períodos al subpresidente Duque y a altos funcionarios, incluidos magistrados
de las altas cortes.

Aunque el proyecto lo
tuvieron que abortar, repitieron la misma estrategia que cuando reeligieron a
Uribe. Noemí Sanín, en las escalinatas de la “Casa de Nari”, habló sobre la
conveniencia de reelegir al mandatario y pronto arreglaron todo en las
comisiones primeras de Senado y Cámara para que la reforma constitucional se
concretara. Para eso, los senadores entonces oficialistas acuñaron el tramposo
procedimiento de anticiparse a declararse impedidos y decidir ellos mismos que
ninguno lo estaba, de manera que cuando fuesen recusados el tema pareciera
improcedente por estar resuelto.

En la Presidencia de la
Comisión Primera de la Cámara, un representante del grupo de un experto en
tirar la piedra y esconder la mano hizo todos los movimientos para que el
proyecto no sufriera tropiezos. En esas aparecieron Yidis Medina y Teodolindo
Avendaño, sobornados por el Gobierno para que votaran el inmoral y delictual
acto legislativo que volvió trizas la Carta Política.

La historia se escribe
con mentiras, pues todo el mundo cree que la única responsable de este
atropello constitucional era solo Yidis, cuando lo fueron todos: Uribe, sus
ministros, los parlamentarios de la coalición política y, aunque nos duela, un
par de magistrados de la Corte Constitucional que filtraron que votarían en contra
de la constitucionalidad de esa reforma, o mejor encarecieron sus votos, y
luego se voltearon groseramente a última hora. El resultado no pudo ser más
grotesco: el padre de uno de esos magistrados terminó de embajador en Francia.
Entonces muy pocos protestamos y no se oyeron nuestros reparos, porque la
maquinaria apabulla y silencia.

No fue la primera vez
que el establecimiento se puso de acuerdo para falsear la historia. También
cuando se inventaron el Frente Nacional, ese pacto de impunidad que en mala
hora impidió que se juzgaran los abusos de las dictaduras de Ospina Pérez y
Laureano Gómez, para que todo terminara en un juicio político por delitos
menores contra el tirano Rojas Pinilla, la Yidis de ese episodio.

En los tiempos actuales
no les resultaba sensato al régimen y a sus amigos revivir la reelección, a
pesar de que han querido hacerlo con un referendo, y optaron por el esperpento
de la unificación de los períodos de los altos funcionarios. Pusieron a un
lagarto a soltar el globito del que se colgaron varios insensatos y
congresistas; por eso en los corrillos políticos se supo que los parlamentarios
Amín y Barguil, para solo mencionar dos, cabildearon el proyecto entre sus
colegas, con el gancho de que al unificarse los períodos el país tendría que
convocar menos elecciones y se ahorraría una suma impresionante, que de todas
maneras, tarde o temprano, se robarían los mismos de siempre.

El proyecto de acto
legislativo llegó pedaleado al Congreso por el mañoso contralor Córdoba con el
consentimiento del subpresidente, el ministro del Interior y otros
funcionarios, así todos aseguren que Duque no estaba en eso. No les creo,
mintieron como lo hicieron antes Uribe y los suyos, y como lo siguen haciendo,
no propiamente en silencio, quienes promueven para todo al empresario y vástago
Tomás Uribe.

Que el proyecto de acto
legislativo que prorrogaría los períodos haya sido suscrito por congresistas
del Centro Democrático, Cambio Radical, conservadores y liberales no es
coincidencia. Fue un intento desestabilizador de la democracia en beneficio de
los propios proponentes quienes, así hayan retirado tardíamente sus firmas, de
todas formas incurrieron en causal de pérdida de investidura si no en
prevaricato, con la sola proposición de una enmienda constitucional que nos
recordó que seguimos siendo republiqueta bananera.

Al Gobierno no le salió
bien este asalto constitucional, pero conociendo el talante y la tozudez
uribista no sería raro que este fantasma de la prórroga de los períodos siga
asustando. El pecado de Duque no fue haberse lavado las manos como Pilatos,
sino haberlas tenido sucias.



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