El rio cesar, un
cuerpo en agonía que quiere volver a vivir para seguir dando vida
Por: Jesús Eduardo Ariño
Fragozo
El río Cesar, que nace
alegre en la sierra Nevada de Santa Marta, no se imagina el tortuoso y
miserable camino que le toca recorrer en sus 310 kilómetros, hasta la laguna de
Zapatosa, en el departamento del Cesar, a causa de la depredación del ser
humano, que inmisericordemente, talan árboles en sus orillas, sacan material de
arrastre (arena, gravilla y piedras), arrojan basuras, creando una masacre ambiental.
Testigo mudo de una bonita
historia
Pero no siempre fue así,
en tiempo se los abuelos, programar un paseo al río, era todo una fiesta,
porque existía la ilusión de encontrarse en el camino, de cerca de 800 metros,
que hay desde la casa de mis padres, en Los Pondores, municipio de San Juan del
Cesar, hasta el cause de esta importante
fuente hídrica, con mariposas de mil colores, íbamos seguros que escucharíamos
los cantos armónicos de aves como pericos, loros, tórtolas, turcutúes,
canarios, carpinteros, cucaracheros, los
exóticos pajaritos de la vírgen y en época de Semana Santa, disfrutar con los
ensordecedores cantos de las cigarras o chicharras, como se conocen en esta
región, en fin era toda una variedad de fauna silvestre que se encontraba, entre vertebrados en invertebrados, como
gusanos, congolocho, serpientes de bejuco, ardillas, osos hormigueros y los
monos aulladores, que acompañaban a los visitantes del río y hacían de esa
experiencia, un momento agradable que se repetía cada día cuando íbamos, con mi
mamá, hermanos y las madres de otros
habitantes del pueblo, a acompañarlas a lavar la ropa y a traer agua para el
servicio doméstico, porque en esa época no contábamos con el servicio de
alcantarillado y el río se convertía en la única fuente de abastecimiento del
preciado líquido.
Al llegar al río, se
experimentaba el maximo grado de felicidad, entrábamos con en un trance de
fascinación, esas aguas cristalinas que corrían diáfanas por el inmenso arenal,
invitaban a sumergirse en ellas,
nuestras caras se iluminaban con su resplandor; desde lejos nos quítabamos la
ropa y corríamos a meternos al agua que nos acogía, dándole un bálsamo a
nuestro cuerpo acalorado por la fuerte temperatura de las 10:00 de la mañana.
Recuerdo que perseguimos,
sin éxito, a la múltiple variedad de peces, como sardinas, agujetas,
conroncoros, cangrejos y camarones de agua dulce, que se convertían en
alimentos para las garzas, que los pescaban en las zonas llanas del cause,
éramos felices tratando de alcanzarlos y así transcurrían las horas alegres
disfrutando de las maravillas del río Cesar, nos internábamos, sin ninguna precaución,
en los verdesprecaución a jugar a los policías y ladrones, ¡Ahhhhh, tiempos
aquellos de pura felicidad, brindada por el río!
Nuestro riqueza natural,
fue cómplice de amores furtivos de parejas que acudían a las corrientes
cristalinas y al inmenso arenal a demostrarse cuánto se querían, como dice la
canción del desaparecido Octavio Daza: “En sus arenas quedó el reflejo de
un gran amor”, convirtiéndose en fuente de inspiración para muchos
compositores de la música vallenata, como Hernando Marín, Rafael Escalona,
entre otros.
La triste realidad de hoy
Hoy, después de 45 años o
más,todo es tristeza y desolación, solo
quedan en mi memoria y en la de muchos jóvenes de mi época de infancia, los
buenos recuerdos y tristemente, de ese esplendor, nada de eso queda, ya no hay
pájaros que alegren el transitar hacia el río, y ni qué decir de los inmensos y
blancos arenales, que armonizaban el paisaje paradisíaco, rodeado de la espesa
vegetación de árboles nativos y maderables que eran el refugio de aves, monos
aulladores, ardillas, osos hormigueros y toda clase de fauna como pájaros,
reptiles y mamíferos propias de los bosques tropicales secos.
Lamentablemente, la
interacción indiscriminada del hombre, por su afán de buscar su propio
beneficio, en un desarrollo irresponsable, que destruye las riquezas naturales
para favorecer a las áreas urbanas, empezó a talar árboles, a canalizar aguas
para reguío y cría de animales, extraer
material de arrastre ( arena, gravilla, piedras), arrojar basuras en las orillas
y a pescar en zonas no autorizadas y en
cualquier época del año, ha logrado la destrucción total del río, que es una de
la principales fuentes hídricas del sur de la Guajira y gran parte del
departamento del Cesar, donde 11 municipios ( San Juan del Cesar, Villanueva,
Urumita, La Jagua del Pilar, Valledupar, San Diego, La Paz, Astrea, El Paso,
Chiriguaná y Chimichagua) se surten de sus aguas para para poder subsistir.
La extracción del material
de arrastre, ha dejado grandes socavones
a lo largo del tramo que hay
desde el corregimiento de Zambrano en San Juan del Cesar, hasta el sector de La
Flores en Villanueva y tendrán que pasar muchos años, sin internevir el
cause, para que los bancos de materiales
que existen en la parte alta, vuelvan a reparar el desastre ecológico que se
está causando.
Por otro lado la tala de
árboles, ha ocasionado erosión, y por consiguiente, la perdida del cause en
algunos sectores del sur de La Guajira;
solo en los meses de invierno, que son pocos, podemos ver correr las
aguas alegres hasta su desembocadura; ya
muy poco se ven árboles como los caracolíes, Algarrobillos, higuerones, ceibas,
moritos, bejucos de agua, orejeros y otras especies que además de conservar la
humedad para retener el agua, servían para alebergarse del incremente sol, para
mitigar el calor.
Los esfuerzos por su
conservación no han servido de nada
De nada han servido las
acciones que adelantan las entidades y organizaciones defensoras del medio
ambiente, como CORPOGUAJIRA u ONGS, sin ánimo de lucro, como cabildos verdes y
las alcaldías de los municipios, quienes cada año, realizan campañas de
arborización y sensibilización, buscando generar conciencia por la protección
del río, pero a los depredadores de la naturaleza parece no importarles y día
tras día, destruyen más a nuestro patrimonio natural, sin ningún recato ni
sentido de pertencia.
Vuelvo y evoco el pasado,
recordando mi niñez y adolescencia, cuando junto con mis amigos de infancia,
disfrutábamos del olor emanado por las flores de la hierba fresca, arbustos y
árboles que perfumaban el aire al pasar y la estancia en el vigoroso río de otrora,
que también era utilizado por los indígenas wiwas que bajaban desde las
estribaciones de la sierra Nevada de Santa Marta, para intercambiar panela, por
víveres de la canasta familiar.
Hoy, solo quedan los
olores nauceabundos de las basuras arrojadas en la orilla o el olor penetrante
de las aguas podridas, que queda en las charcas producidas por la extracción
del material del lecho del río.
Qué podemos hacer?
Desde esta tribuna, lo
invito a reflexionar sobre qué río le estamos dejando a nuestra descendencia o
la humanidad?, Será que le vamos a quitar el placer a las generaciones futuras
de conocer nuestro majestuoso río?.Qué estoy haciendo por si protección?
Lanzó un S.O.S a todas las
entidades que velan por proteger el medio ambiente y en especial a los que necesitan del río para llevar el sustento
a su familia, para que cuando vayan a extraer material, lo hagan en lugares
permitidos por la ley y pidan autorizaciones a la autoridad ambiental.
Si todos aportamos un
grano de arena para la recuperación y preservación del río, poco a poco, él
mismo se recuperará y volverá a ser ese cuerpo de agua vigoroso y dador de
vida, como lo fue hace muchísimos años.
Todavía estamos a tiempo
de recuperarlo, para que vuelvan los peces, los monos aulladores y las aves con
su canto armonioso y vuelvan a ser el deleite de los visitantes; con nuestras
acciones de protección, las flores volverán a perfumar el aire, las mariposas
ricas en tintes y en donaires, volarán de flor en flor, para alimentarse de su
néctar.
Es posible volver a darle
vida al río para que nuestros hijos y nietos pueden disfrutar de las bondades
que ofrece esta importante artería hídrica de La Guajira y como yo y los amigos
del pueblo, tengan historias bonitas qué contarle a su descendencia.
SALVEMOS NUESTRO RÍO
CESAR, CON NUESTROS CUIDADOS LOGRAREMOS QUE SIGA DANDO VIDA.