¡Que la piqueria sea el alma del Festival del Retorno!

Por: Misael Arturo Velásquez Granadillo

Fonseca, tierra de cantos y recuerdos, de música que brota como agua fresca del Ranchería. Tierra bendita bajo la mirada de San Agustín, nuestro patrono, ese sabio que un día dijo: “Ama y haz lo que quieras”, porque cuando se ama lo propio, se defiende con el alma. Donde se inspiró el maestro Carlos Huertas Gómez, el cantor de Fonseca, y el gran Luis Enrique Martínez, ese acordeonero eterno que hizo historia con cada tecla. Pero hoy quiero levantar la voz con el alma y con el corazón para rendir homenaje a otro tesoro de esta tierra: la piqueria.

Sí, señores… la piqueria, ese arte bravo y sabroso de rimar con el alma y pelear con la palabra sin sacar cuchillo. Esa tradición que no solo nos hace reír, sino que nos enseña, nos conecta con nuestras raíces y nos deja pensando.

Porque, así como en San Juan del Cesar celebran al compositor, y en Villanueva al acordeonero, Fonseca tiene que levantar la mano y decir con orgullo: ¡nosotros somos la tierra de los verseadores, de los decimeros, ¡de los reyes de la lengua afilada!

Aquí floreció la piqueria con fuerza, y aquí siguen vivos los ecos de quienes la han sembrado con amor y talento. No podemos hablar de este arte sin mencionar a esos íconos de nuestra cultura:

A los hermanos Manjarrez, conocidos con cariño como los cieguitos, que desde la oscuridad vieron más que muchos y nos regalaron versos que alumbran hasta el alma…

Al Turpial de Pondorito, que con su canto retumbaba como un trueno con rima, defendiendo a su tierra con décimas llenas de historia y verdad…

A los grandes decimeros populares como Alonso Ortega y Miguel ‘el Mocho’ Álvarez, que con sus versos nos dejaron memoria, identidad y sabrosura…

Y cómo no mencionar… con emoción contenida… a José Hilario Gómez, ese maestro del acordeón, la composición y la palabra jocosa que hoy, por enfermedad, ha perdido su memoria, pero que vive firme en la memoria de todos los fonsequeros.

¡Esa es la Fonseca verdadera! ¡La Fonseca que canta, que improvisa, que se enfrenta con versos como espadas, pero sin odio, con arte y con honor!

Por eso, con estas palabras y con el corazón en la mano, hago un llamado a todo fonsequero, a la junta del Festival, a las escuelas, a las familias: que la piqueria no sea relleno del festival, sino su corazón, su esencia, su rostro más auténtico.

Tenemos que sembrarla en los niños, en los colegios, en las casas. Que los muchachos aprendan que rimar es también pensar, expresarse, defenderse sin gritar. Que entiendan que aquí, en esta tierra, hay una mina de oro cultural que no podemos dejar perder.

Soñemos en grande, paisanos: que un día digan en Valledupar, en Bogotá, en Nueva York o en cualquier rincón del mundo: “Fonseca, La Guajira… la tierra donde la piqueria es reina, donde los versos se heredan como el apellido, donde se canta con dignidad y se ríe con altura.”

Ese es el legado que merecen nuestros hijos. Ese es el homenaje más bonito que podemos hacerle a Huertas, a Luis, a los cieguitos, al Turpial, al Mocho, a Ortega… y a todos los que han rimado por esta tierra.

Y ojo: no se trata solo de versos por reír. La piqueria educa, afina la lengua y la mente, enseña a expresarse, a debatir, a crear. Es cultura viva. Es testimonio popular. Es política cantada. Es verdad dicha con gracia.

¡Que viva la piqueria, que viva Fonseca y que viva el Festival del Retorno con identidad, con raíz y con orgullo popular!

Fonseca volver a ti es repetir la dicha de nacer.

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